silbaba una canción
que solo entonaba
cuando los amigos
no lo escuchaban,
enmudeció
(como siempre)
al verla pasar
con su bolso rojo,
despeinada, inabarcable
de besos y abrazos
y se perdió
en el mar de gente
como un punto
incadescente,
ausente de nuestros
ayeres compartidos.
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